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Se acerca una fiesta grotesca en que adultos proporcionarán a los niños peligrosos dulces en medio de una epidemia de obesidad y dental, existe un riesgo escondido que induce a las enfermedades, está en todas partes, a diario, “bajo su nariz”, así lo explica el artículo del Jornal de Medicina de New England, aquí un resumen editado:
Usualmente se cree que todos tomamos decisiones conscientes, que la compra de nuestros alimentos refleja nuestros deseos. Pero se sabe por ejemplo, que hay muchas personas que realmente desean perder peso y muy pocas que lo logran. Qué hace que nuestro comportamiento NO sea coherente con lo que realmente queremos?
Existen factores conceptuales que no reconocemos de inmediato y que nos hace sucumbir. Un ejemplo es el hecho de que las golosinas o dulces están cerca de la caja registradora. Esta es una estrategia de mercadeo llamada: mercadeo impulsivo, juega con nuestra emoción al ver el producto y su propaganda.
El mercadeo impulsivo es una estrategia de distribución de mercadería para su fácil compra. Lo que está situado a los extremos de cada pasillo del supermercado constituye el 30% de las ventas totales del establecimiento. Las compañías pagan una tarifa para ser colocados allí. Alimentos situados al final de cada pasillo y al final de un recorrido incrementa las ventas cinco veces más. Los estudios de mercadeo consisten mayormente en saber cómo la mercadería se coloca en las tiendas. Alimentos situados en estos lugares estratégicos serán más comprados y por lo tanto consumidos. Justamente en estos lugares se encuentran los alimentos altos en azúcar, grasas y sal, los que aumentan el riesgo de enfermedades crónicas. Dónde están situados los alimentos en el supermercado es considerado un factor de riesgo a estas enfermedades, y en nombre de la salud pública se debería hacer algo para mitigar el riesgo.
Aunque las personas se enteren de esta estrategia, pueden pensar que aquellos que responden a sus impulsos carecen de auto control y deberían aprender a como resistir a la tentación. Pero investigaciones con equipos que actúan como el ojo humano prueban lo contrario. Hay una respuesta al contacto de la vista con lo que llama la atención. Los estudiosos del mercado hacen pruebas para que esta estrategia funcione, para asegurarse que los consumidores compren. Las personas en general carecen de la capacidad de controlar la mirada, esto sirve para predecir qué van a comprar. Aún más, hay decisiones de compra que se realizan rápida y automáticamente, usualmente en menos de un segundo. Está demostrado que seleccionar chatarra es más rápido que seleccionar alimentos saludables como frutas y vegetales. Por eso el espacio que ocupan en el mercado manipula la compra, hace que sea difícil resistir.
La mayoría desconoce esta manipulación, hasta niegan que existe, aún cuando se les pruebe lo contrario. Incluso cuando las personas tratan responsablemente de escoger alimentos más saludables, su habilidad de resistir la tentación a comprar alimentos colocados en lugares estratégicos se desvanece si están distraídos, cansados, bajo estrés o acaban de tomar otras decisiones que agoten esa capacidad cognitiva. Una vez que se termina esa capacidad comprarán más alimentos chatarra. Frecuentemente les pesará haberlas comprado y quizá reconozcan haberlo hecho por impulso, aunque inicialmente la intención haya sido comprar alimentos saludables.
La colocación de los alimentos en los estantes debe considerarse como un riesgo oculto, como los cancerígenos en el agua, pues está fuera de nuestro consciente control, esto afectará el riesgo de contraer enfermedades crónicas.
En general edificios, carros, juguetes y muchos otros productos están diseñados para limitar las capacidades humanas. Aunque las personas normalmente no se apoyen de las ventanas, los enrejados son obligatorios para no caerse en caso se sienta el impuso. Los estudios, hasta empíricos, han hecho posible identificar estrategias de mercadeo que ponen a las personas en riesgo en cuanto a su salud y también a cuantificar ese riesgo. Esto debería entonces ser aplicado a regulaciones sobre dónde colocar los alimentos para proteger a los consumidores.
Se necesita realizar cambios que reduzcan los riesgos y mejoren las habilidades cognitivas de la población. Hay que regular qué clase de alimentos van al final de los pasillos, esto podría ayudar a millones de personas que desesperadamente desean reducir el riesgo a enfermedades crónicas.
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