Read original article by Jill Richarson from Alternet here
Muchas personas aún no entienden porque la exportación/importación hace daño, en este artículo se hallará la respuesta: “Exportamos lo peor en alimentos y compramos lo mejor, esto deja en peor situación a los países en desarrollo”:
Ya no es noticia que EEUU afronta los peores problemas de salud debido a su terrible dieta.Dos de cada cinco estadounidenses son obesos. Pero según un reporte de Olivier de Shutter del Derecho a los Alimentos de las Naciones Unidas: “Ahora se está exportando diabetes y enfermedades al corazón a los países en desarrollo, junto a los alimentos procesados que llenan las líneas de los supermercados a nivel global”. En el 2030, más de 5 millones de personas morirán cada año antes de cumplir los 60 por estas enfermedades relacionadas a la dieta”.
De Schutter, se dedica a asuntos contra el hambre, en su nuevo reporte indica: “El Derecho a los Alimentos no puede ser reducido al derecho de no morirse de hambre. El derecho incluye una dieta adecuada que provea todos los elementos nutritivos que una persona necesita para una vida saludable y activa, y también el que se tenga acceso a esta dieta” En otras palabras el derecho humano a los alimentos no es a cualquier alimento, si no a alimentos saludables. Las ya malas dietas de EEUU llegan a naciones pobres, que no tienen la capacidad de lidiar con las terribles consecuencias de salud, lo que hace el problema letal.
Cierto que hay pobres con hambre para aquellos que tienen demás en naciones industrializadas. Pero las dietas tradicionales de los pobres son saludables, por ejemplo en Kenya, las personas sobreviven con una dieta a base de maíz llamada ugali, que se sirve con una variedad de vegetales verdes, frejoles, y alguna calabaza. En Bolivia se comen papas, quinua y otros granos tradicionales, maíz, camotes y otros tubérculos andinos. En México se combina las tortillas de maíz con frejoles, ambos proveen proteína completa. En Filipinas se come pinakbet, un guiso de vegetales locales con bagoon, una salsa de pescado.
Entonces las dietas tradicionales de los pobres están hechas de verdaderos alimentos que incluyen granos, legumbres, vegetales, frutas frescas y si acaso algo animal. Hierbas que los estadounidenses tratarían como inservibles se usan para proveer micronutrientes esenciales y para alimentar a las personas en casos de problemas, o se usan como medicina. Frecuentemente la fermentación preserva los alimentos y mejora su nutrición, como el uji en Kenya. Los animales también se alimentan mejor y naturalmente, aún así las carnes sόlo se comen en ocasiones especiales. pollo para celebrar la llegada de algún visitante, cabrito en Navidad o carne de res en una boda. Pero ahora se ha cambiado, visita uno un lugar remoto y se encuentra con Coca Cola en todas partes. Ya hasta los restaurantes y tiendas tienen propaganda de estas bebidas y con las pizarras o uniformes de esta compañía. Y aunque otros alimentos chatarra no sean reconocidos fácilmente como las marcas globales, son igual peligrosos para la salud no importa quién los produzca.
En su reporte, De Schutter menciona el caso de México, hoy segundo después de EEUU en obesidad cuando antes su dieta era catalogada como buena. En el libro de 1967 “Campañas en Contra del Hambre”, los científicos E.C. Stakman, Richard Bradfield y Paul C. Mangelsdorf escriben: «Parece que los indígenas mexicanos que viven en sus tierras y comen su maíz, frejoles y chiles (ajíes), complementados con tomates o con las semillas de calabazas o con otras plantas silvestres, no solo tienen una dieta adecuada, es casi perfecta”
Qué pasό? Peter Brown, un activista de una ONG Escuelas para Chiapas, empezό a trabajar con las comunidades indígenas luego de que se firmara el Tratado de Libre Comercio con Norte América en 1994. En el 2010 observό diabetes, algo antes nunca visto. De Schutter explica como compañías de EEUU invierten masivamente en México en la manufactura de alimentos procesados, lo que hizo aumentar las ventas de estos alimentos chatarra en un 5 y 10% anualmente entre 1995 y el 2003. Hoy es usual ver a un padre o madre mexicano(a) darle una bebida gaseosa a una criatura en un biberón.
De Schutter provee datos históricos precisos, describe como los países en desarrollo han aumentado su consumo de calorías: de carne 119%, de azúcar 127%, de aceite 199% entre 1963 y el 2003, mientras las naciones “ricas” solo aumentaron su consumo de aceites en un 105% durante la misma época. “Como los precios de los cultivos básicos se abaratan, la agro-industria responde agregando “valor” produciendo alimentos altamente procesados, lo que resulta en dietas ricas en grasas saturadas, grasas trans, sal y azúcar. Esto combinado a la urbanización y al desempleo especialmente de mujeres, precipita la expansión rápida de alimentos procesados en el país y en las exportaciones a los países pobres”, dice Schutter.
Hoy en países ricos los alimentos saludables cuestan más que la chararra. “Esto no debe permitirse” escribe De Schutter. “Toda sociedad cuya dieta saludable sea más cara que la chatarra es una sociedad que debe enmendar su sistema de precios”, esto es peor para los que son más pobres.
Los países en desarrollo encaran otro reto: “exportan sus alimentos de alta calidad, frutas y vegetales a los países ricos y les compran harinas refinadas”. El éxito de la quinua, un grano rico en proteínas es un ejemplo, por lo general se exporta de Bolivia por la demanda en EEUU y Europa, lo que ha elevado su precio de manera que escapa de las manos de los pobres. Encima Bolivia enfrenta un problema de fertilidad de su suelo para suplir esta demanda en vez de los sembríos rotativos de antaño.
Irónicamente los estadounidenses educados en busca de alimentos locales y nativos (además de frescos y orgánicos) cuando viajan se quejan por ejemplo de que en el Hotel Santa Cruz, un hotel 4 estrellas de Bolivia sirvan pan blanco y Nescafé. Y es que estos alimentos se perciben como de la clase alta, la quinua se percibe como “indígena”. Los entusiastas de Slow Foods, una organización mundial en defensa de alimentos locales protestarían igual.
Hay muchos ejemplos como este alrededor del mundo. En un suburbio de clase alta de Nairobi, ya hay un KFC, en un lugar que también tiene una tienda Apple. Una pieza de pollo cuesta algo más de 2 dólares, más que toda una comida de acelga, frijoles mungo, y mazamorra de maíz en cualquier otra parte. KFC pueda que no esté al alcance de muchos, pero otros alimentos chatarra son accesibles y baratos. Amy Lint, una estadounidense voluntaria del Cuerpo de Paz en Kenya, ha notado que hasta los pobladores rurales están cambiando sus saludables dietas por pan blanco, margarina, té azucarado y aceites. Ella junto a su esposo Malaki Obado están trabajando en una ONG que han creado para ayudar a los agricultores que siembran ajonjolí para por lo menos producir y vender un aceite más local y que las ganancias se queden en la comunidad.
Promover dietas saludables, locales y tradicionales es una gran batalla cuando muchos ven a la “chatarra” como alimentos modernos. Los pobres se creen atrasados, una actitud que aprovecha la industria especialmente cuando produce para una población no educada.
Qué se debe hacer entonces con este sistema alimentario obeso génico? De Schutter endorsa poner impuestos a la chatarra, especialmente las bebidas gaseosas. La idea ha sido controversial en EEUU pero ya se hace en Francia, Dinamarca, Finlandia y Hungría. De Schutter recomienda usar el impuesto para abaratar los alimentos más saludables; también sugiere “revisar” los subsidios agrícolas que favorecen a los que cultivan granos y soya para la industria de las carnes; regular la propaganda a la chatarra; favorecer el sembrío y la venta de alimentos locales que conecten al agricultor con consumidores urbanos; regular alimentos altos en grasa, sal y azúcar.
Menciona además el mercadeo de formula infantil como un enorme problema en naciones pobres donde se practica propaganda deshonesta como regalar muestras gratis en los hospitales, lo que influencia a que las madres las compren. Hay madres que no pueden comprar esas fόrmulas menos afrontar las consecuencias de salud causadas mucho más tarde, al dejar de amamantar.
La administración de Obama quiso tomar medidas voluntarias para evitar las propagandas a los niños de la chatarra, pero ganó el poder de la industria. De Schutter dice que el presupuesto de EEUU para promover alimentos saludables no es nada en comparación al dinero que se usa en propagandear la chatarra.
Para los políticos de derecha que se quejan del “estado de niñera”, deben en primer lugar reconocer que las malas dietas son causadas por algo más que la conducta individual. Es un problema sistémico creado por un medio obeso génico, que trabaja en contra de elegir opciones saludables. El costo de esperar que las personas resuelvan el problema por sí mismas es muy alto. En EEUU los costos por diabetes se estimaron en 132 billones de dólares en el 2002, más del doble del costo de cuidado de salud de ese mismo año.
Aún así EEUU tiene la ventaja de poder enfrentar estos gastos, pero los países pobres? Muchas veces ni las leyes se obedecen y la infraestructura del sistema de salud es pobre. Si EEUU no revisa su propio sistema de alimentaciόn no saludable, menos podrán los gobiernos de las naciones pobres.