Read excerp from Let Them Eat Shrimp: The Tragic Disappearance of the Rainforests of the Sea by Kennedy Warne. Copyright 2011 Kennedy Warne.
“La mayoría en EEUU desconoce la terrible historia detrás de los apetitosos camarones: Destrucción de los manglares, uso de aguas negras y vidas humanas desplazadas”
Resumen del artículo de Kennedy Warne:
En el mundo natural y ecológico no puede haber camarones sin los manglares y viceversa. Se nutren mutuamente, pero aún los camarones que se crían (farmed) deben usar los manglares. Pero la moderna tecnología ha cortado esta natural conexión. Hoy los camarones se producen industrialmente, los manglares son superfluos. Y en los países en desarrollo donde se crían se puede observar esta destructiva realidad.
Si nos remontamos a la antigüedad. La más vieja guía de la acuacultura fue escrita en el 475 A.C. donde un chino Fan-Li instruía en cómo “hacerse rico” criando cangrejos, con detalles como el tamaño del criadero, nutrición y control de depredadores. Para el tiempo en que esta guía fue publicada ya la China tenía más de 2,000 años criando camarones, siendo hoy el líder mundial, produce 2/3 de la producción mundial de camarones. A estos se ha sumado otras especies marinas, como la tilapia, el atún, las conchas. Genetistas han logrado producir variedades que crecen más rápido, en menos tiempo, más resistentes a enfermedades, etc. y han creado gigantescos “pondominios” para esta crianza.
La acuacultura comercial para el camarón data apenas de 1960 cuando el ictiologista japonés Motosaku Fujinaga, logrό criar variedades de camarones especialmente el Penaeus japonicus usado para el sushi. Este fué el inicio de lo que se llama la «Revolución Azul», que se popularizó gracias a la científica filipina Jurgenne Primavera, héroe “medioambiental” de la revista Times en el 2008. Primavera desarrolló camarones gigantescos de hasta 30 centímetros. Pero su suceso destruyό en su propio país el 66% de los manglares de los que también vivían los costeños. Lo mismo pasó en Tailandia, en Vietnam, en África. Hoy se estima que la acuacultura ha sido la responsable por la pérdida de los manglares, 38% específicamente por criar camarones.
La intensidad de la crianza de camarones en Asia y Latinoamérica requiere hoy de suplementos y antibióticos, pero las tierras de los manglares siguen siendo “baratas” de explotar. Además muchas veces las tierras son propiedad de los gobiernos quienes se “benefician” de rentar las tierras para esta industria. Hasta el Fondo Monetario Internacional ha “ayudado” a desarrollar esta industria en el “tercer mundo”. De manera que cualquier preocupación de destrucción del medio ambiente ha sido atacada por los “enormes intereses” del comercio o ha confrontado a agencias gubernamentales como el Departamento de Medio Ambiente y Recursos Naturales (encargada de proteger los manglares) contra el Departamento de Agricultura (encargada de promover la acuacultura) en Filipinas.
Toda esta destrucción ha sucedido por más de dos décadas sin que el público se entere. Lo más grotesco de la industria del camarón, ha sido el abandono de las tierras de manglares una vez que se contaminan por la desmedida explotación, para continuar con la destrucción de otros manglares. Lo que significa una doble tragedia pues los manglares abandonados se convierten en focos tóxicos. La industria no ha mostrado ningún deseo de reparar los daños.
Esta es la razón por la que la acuacultura tiene que ver con la seguridad alimentaria, recordemos que el camarón es un animal “gourmet” no una necesidad en la dieta. Justamente la exportación va dirigida a “países ricos para ser consumidos por personas con sobrepeso que no necesitan más proteína ni colesterol en la dieta” dijo Elaine Corets una crítica de esta industria. En los países donde se crían los camarones la seguridad alimentaria declina, patrón común de los países “pobres” que “exportan” alimentos.
Desde el 2002, el camarón se ha convertido en el número uno de los productos marinos consumido en EEUU, el consumo asciende a casi 2 Kilos por persona al año y el 90% del camarón que se consume es importado, de este 90% dos tercios son producto de esta explotadora acuacultura, mayormente de Asia. Esto también tiene consecuencias locales pues las operaciones estadounidenses no pueden competir con los bajos precios de las importaciones.
Pero la industria dice ahora que está “verdeando la Revolución Azul” haciéndola más sostenible y hasta orgánica, pero el daño ya hecho parece ser irreparable. Organizaciones vigilantes han denunciado que no es así, hasta han declarado que “es absurdo, ilegal y sin ética” pues el proceso excluye a las víctimas del cultivo de camarones los “refugiados de la acuacultura”. La sustentabilidad no solo es ecológica, también tiene un aspecto social y comunidades como Porto do Céu and Curral Velho son ejemplos de estas víctimas ignoradas en los procesos de compensación.
Es la misma Jurgenne Primavera la que está trabajando ahora para reparar los daños, luego de ser testigo de la catastrófica destrucción del hábitat de los manglares, haciendo que la acuacultura sea más comunitaria y que se realice tomando medidas para no destruir los manglares. Vietnam e Indonesia están también tomando medidas más ecológicas. “El éxito se hará realidad el día que pueda caminar con mis nietos en estas tierras de manglares, entendiendo su importancia, apreciando la diversidad, captivados por esta magia” dijo. Pero este éxito es incompatible con una ambición desmedida por el camarón.